conclusión mental nº 26- "aprendizaje"

¡Hola a todos!
Ayer estuve de cumpleaños y recibí muchísimo.En esta ocasión "especial" quiero compartir con vosotros una de las más importantes lecciones que he aprendido durante este año. Espero que os guste.
¡Un abrazo a cada uno!
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Siempre las mismas piedras en el camino. Y yo, el caminante, buscando la verdad sin desesperación. Como el burro que daba vueltas alrededor de la misma noria pero un día se soltó y nunca volvió. Como el jinete del caballo que enloquece. Como una mente persiguiendo a su corazón.

Las piedras siempre colocadas en el lugar preciso para el tropezón. Y yo, caminante, buscando sin dirección. Y el burro lejos de la noria. Y el jinete cae del caballo que enloqueció. Y la mente acelera la carrera intentando alcanzar al corazón.

Y el camino se vuelve arduo, también para esas piedras que pasan el día al sol. Y la verdad se resiste a que la encuentre yo. Y la noria busca al burro que un día le ayudó. Y el caballo ya non sabe a quien obedeció. El corazón mira hacia atrás y corre sin control.

Las piedras se redondean con la lluvia, adoptando la imagen de una suave erosión. Y yo, caminante, voy tranquila caminando, sabiendo que llegaré aunque no sea hoy. Y el burro relentece su ritmo porque ya se encuentra fuera de peligro. Y el caballo se pregunta el porqué de tanta locura y si merece la pena tanta amargura. Y el corazón mira de nuevo y decelera, para poder ser alcanzado por su mente.

...

Y con el tiempo...

Las piedras erosionadas nos enseñan la naturaleza del camino y su evolución.
Yo, caminante, llego a la meta de esta etapa. Y celebro que encontré el camino y supe la dirección.
El burro disfruta de su libertad lejos de su prisión.
El caballo aprende de sus locuras. Y el jinete comprende un poco más a su animal.
Y, por fin, se juntan mente y corazón. Porque la mente ha sido más rápida. Porque el corazón le esperó.

El Final

Déjame que te lo explique sin entenderlo. Y que lo entienda y no te lo explique.
Déjame a mi sola enredarme y desenredarme. Quererte, desquererte y después odiarte.
Déjame amarte y después sufrirte.

Déjame alejarme. Alejarme sin explicarte. Sin decirte la razón. Sin que me veas. Cuando menos te lo esperas, cuando cambies, cuando los demás no miren. Déjame hacerlo así.
Que cuando quieras darte cuenta ya esté lejos. Que tú mires y solo sea un punto negro en el horizonte. Y que grites pero yo ya no te oiga.
Que ahora lo ves, y después desaparece para siempre.
Déjame hacerlo de esta manera. Algo sutil.
Déjame hacer de forma cobarde mi acto más valiente.
Déjame marcharme de tu vida para empezar a vivir mejor la mía.

Y no encontrarás explicación en la noche. Ni tampoco por la mañana. Ni la mañana de mañana. Ni ahora. Ni siempre. No busques. Pues no encontrarás nada.Y no te preocupes pues no pasará nada.

Seguiremos como siempre. Y los demás no notarán nada. Ni los tuyos ni los míos verán la diferencia de nuestra distancia. Pero notarán el cambio en nuestras miradas.
Tú no dirás nada. Y yo caminaré callada.

Y seguiremos. Yo caminaré y tú permanecerás ahí sentado.
Pero poco importan los detalles a los que, en los momentos de dolor, nos agarramos. Poco importa lo que dijimos, a lo que nunca nos atrevimos y lo que callamos.
No tengo prisa, pues sé que ya nunca alcanzarás mis pasos.

Añorarás mis visitas, mis palabras, mis comentarios y mis ánimos. Añorarás abrir conmigo esas cajas de pensamientos tan extraños, tan profundos y tan humanos.
Y yo tendré morriña del vacío que llenaba tu presencia. De la luz de tu mirada y tu sonrisa algo traviesa.
Y de nada más. Pues entonces ya no quedará nada.

Y tú conseguirás que en esas importantes neuronas encargadas del recuerdo de mi persona no entre ni un soplo de olvido y que tampoco pierdan brillo. Conseguirás que ese brillo ahí guardado ilumine tu mirada cuando me recuerdes.
Y yo conseguiré seguir queriéndote como eres, sin idealizar y sin subestimar.

Y a pesar de todo esto sé que no vendrás detrás. No correrás cuando esté lejos.
Te limitarás a afirmar que lo hecho, hecho está. Y qué pasó y ya está.
Y en medio de todo mencionarás algo referido a mi libertad.
Seguirás parado mientras yo camino.
Y por eso nunca me podrás reprochar que me haya ido, porque cuando lo he hecho no has venido detrás ni conmigo.

Cajas cerradas

Un montón de cajas sin abrir. Un montón. A lo largo y ancho de todo el pasillo.
Una mudanza. Una esperanza. Y como despedida, un par de besos. Aunque para otros, ni eso.
De todo esto no salvaría ni un hueso.
Y tú no darías ni una idea absurda. Ni una locura indecente. Ni un pensamiento sincero.

¡Qué ignorantes! ¡Qué cobardes! Y en conjunto, ¡qué desagradable!
Y, ¡qué monótono! Siempre la misma historia.
Siempre la misma burra que gira alrededor de la misma noria.

Y me preguntas, ¿de qué hablo? Pero vamos … si ya lo sabes.
No te hagas el tonto. Ni el loco. Ni el pato. Y menos, el moro.

Y te sonrío, como si no supiese hacer otra cosa.
Y te lo digo. Y te pregunto. Insisto. Porque me encanta oírte hablar de mi. Porque me gusta mi nombre en tu boca. Tus halagos siempre amables.
Y la incoherencia en cada fonema que pronuncias.
Y todo con ese acento tan característico.

Y mientras ellos miran desde lejos. Y se entretienen. Se entretienen con todo aquello. Tan absurdo, tan patético. Y como siempre, intenta desviar la atención de lo importante. Señalando a lo lejos, desviando las miradas hacia un punto indefinible del horizonte.

Pero tú y yo sabemos que las cajas siguen sin abrir. Siguen en el pasillo. Cerradas. Y son un montón.

Dejamos pasar el tiempo. Y dejamos que también se cuele entre nosotros un buen trozo de espacio. Y si quieres, de silencio.

Y después de todo ese tiempo, todo ese espacio y todo el silencio hemos cambiado.
Lo noto. Y con sinceridad, lo siento.
Tu pelo crecido. Y mi cabeza, sin pelo. Pero tú aún no estás preparado para saberlo.
Tu éxito vacío. Y el mío, discreto.
Tu silencio que miente. Y el mío, aún menos sincero.

Y las cajas siguen sin abrir. En el pasillo. Son un montón. Y están cerradas.

Y ellos siguen desviando la atención de tantos otros. Todo miran donde señala el dedo, sin saber muy bien por qué. Sin saber muy bien a dónde. Un lugar indefinido. Y muy lejos.

Y tú y yo por fin nos hemos parado en el pasillo. Delante del montón de cajas que siguen sin abrir. De las cajas cerradas.

Prefiero tirarlas al mar antes de abrirlas una a una. Y además, nos queda el mar tan cerquita.
Prefiero deshacerme de la primera, de la segunda … así hasta la última.
No pienso abrirlas yo sola. Y tú no estás dispuesto a hacerlo.

Nuestras cajas. Nuestras cosas. Nunca sabrás que había dentro. Y yo, tampoco.
Y decidimos que es lo mejor.
Algo serios. Algo agobiados.
Fingiendo ser maduros. Fingiendo saber lo que hacemos.
Y vamos. Y las tiramos.
Una a una las cajas van cayendo al mar. Todas. Cada una. Cerradas.
Y en nuestra mente, algo de culpabilidad que confundimos con responsabilidad.

Y el mar las acepta sin dudarlo. Y las va tragando una a una. Y a su fondo van a parar nuestras cosas. Todas las que llenaban nuestro pasillo. Todo lo que acumulamos en aquella mudanza. Todo lo que empaquetamos corriendo pero luego no fuimos capaces de volver a abrir, de ordenar, de colocar, de redistribuir.

Y una vez terminado el trabajo nos fuimos. Cada uno a lo suyo.

Y allí seguían ellos. Mirando sin saber a donde. A un lugar indefinido del horizonte. Siempre lejano.

Y nosotros. Sin cajas que estorbasen en el pasillo. Pero también sin nada. Sin alma. Y también, sin corazón. Sin problema y sin solución.

Y después vendrán aquellos, los de detrás, lo que ahora son pequeños. Y también les gustará bucear.Y recorrerán las profundidades marinas y en ellas encontrarán lo nuestro.
Encontrarán un montón de cajas sin abrir.Y se sorprenderán. Y se preguntarán. Y no sabrán responderse.
Y no sabrán porque algunos extraños personajes de alguna generación anterior tiraron todo aquello al mar.
Y lo tasarán. Y lo subastarán. Y solo el que tenga más poder lo conseguirá.
Y abrirá cada caja con esmero, con ilusión.
Dedicará el mayor y mejor tiempo del día a hacerlo. Los mejores días del año. Y seguramente serán los mejores años de su vida.
Y morirá tiempo después sin haber podido responder en que pensarían aquellos que tiraron su propio tesoro al mar.

Y esos ellos somos nosotros. Tú, yo. Nadie más.
Que tiramos nuestro tesoro al mar, que no supimos apreciar lo nuestro, lo que juntos conseguimos.
Que nunca quisimos tener tiempo para abrir nuestras cajas.
Aquel montón de cajas que permaneció tiempo en nuestro pasillo. Cerradas.

conclusión mental nº7- "el artista"

No es más que un ser profundamente sensible habitando en un mundo esencialmente hostil.

Por eso sufre más. Pues no es capaz de rodearse de una coraza de fortaleza racional, como la que utilizan la mayoría de los humanos como mecanismo básico para la supervivencia terrenal.

Por eso es capaz de disfrutar de pequeños detalles, que para los demás pasan siempre desapercibidos. Capaz de fijarse en todas aquellas cosas sencillamente pequeñas, siempre tan presentes, y para muchos tan rutinarias y carentes de sentido o significación. Para él son la vida, y por eso afirma que el mundo está lleno de vida.

Tiene un modo de existencia diferente, peculiar. Algo egoísta e interesada. Es capaz de querer con un corazón grande que pocos poseen y de sufrir las ausencias como un terrible desgarro.

Es fiel, y sin embargo, absolutamente inestable. Como un río, dependiendo siempre de las corrientes internas, de ese mundo interior tan salvaje, tan fuerte y tan incontrolable. Como ese río que permanece kilómetros sobre la superficie para después ocultarse bajo tierra durante espacios y tiempos indeterminados, y después volver a reaparecer.

Es intranquilo, nervioso y a la vez profundamente pacifista y soñador. Le gusta el amor, los buenos momentos y lo sano. Pero la mayor parte de su existencia es dura y desgarradora, es algo artificial y menos sana de lo que le gustaría esencialmente. Es idealista en cuanto a sueños lejanos y realista en lo cotidiano. Siempre con ese punto inestable de locura, con esa imprevisibilidad, con ese genio oculto tras una apariencia aparentemente normal.

Todo lo ve diferente, complejo o sencillo, pero siempre en una dimensión nueva, menos vulgar. Sublime y altivo en cuanto a razonamientos, siempre en busca de la puñetera verdad. Siempre intranquilo, siempre aprendiendo, siempre queriendo conocer algo más.

Conoce a muchos y quiere, de verdad, a pocos. Pasea por el mundo deseando encontrar a aquellos como él, a los sencillos, a los sinceros, a los valientes que se atreven a desafiar a su propia mente. A los que se salen sin problemas ni complejos de los cánones establecidos. A aquellos que tienen ganas de volar, de descubrir, de vivir, de disfrutar de verdad, de saber y de pelear.

Es artista, y solo los pocos que sean como él lo comprenderán.