Tenía sus sueños guardados en una caja discreta, sencilla y pequeña.
No eran grandes proyectos. Eran sueños pequeños. Los de un niño.
Y alguien se los robó.
No hay nada peor que robar los sueños a un niño. Lo dejas indefenso. Solitario. Vacío.
¿Y qué vas a hacer con los sueños de un niño? ¿Para que los quieres?
Si todos juntos no llegan a alcanzar ni la mitad de lo que quieres.
Y para él, son su mundo. Un universo. Infinito y eterno.
Cuando se dio cuenta de que se los habían robado, de que la caja estaba vacía, lloró.
Alguien consiguió que dejase de llorar. Pero nadie fue capaz de consolarlo.
2 comentarios:
Por fin por fin, por fin!
Por fin me dejas con la boca abierta. Gracias y... algo se me olvida, INCREÍBLE.
Me siento perfectamente identificado...
Un besito!
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