Intentamos cuadrar lo caótico. No cuadra.
Por un momento pensamos que podemos sobrevivir en el desorden absoluto de ideas y pensamientos encontrados. Altruistas. Contradictorios. Y lo peor de todo, poco realistas.
Eso tampoco tiene resultado.
Al final nos desesperamos. Abrumados nos bloqueamos.
Las ideas corretean asustadas de un lado al otro de la mente. Sin saber muy bien donde está la salida. Se chocan unas con otras. Rebotan. Se asustan. Al final, se agotan.
La paz invade el espacio. Su entrada lenta y triunfal ahuyenta al cobarde caos que se había hecho con la mente.
La paz, que siempre llega después de la guerra, suele ser más desalentadora que esta. Al fin, cuando todo se calma, podemos apreciar el caos de lo estático. La cantidad incalculable de desperfectos ocasionados.
Y solo existe un arma más poderosa. El tiempo. Es un arma lenta. Pero siempre coloca todo en su sitio, lo arregla, lo moldea. Lo tiñe de una visión algo optimista y ligeramente realista. Dinámica.
Al final sobrevivimos. Aprendemos. Y después de todo, nos reímos. Porque el caos siempre tiene un perfil divertido. Alternativo.
Así vivimos. A veces, no siempre.
pequeños detalles envueltos en rutina
Beber agua en la taza del Starbucks que robamos aquel día que probé el dulce café moca, que discutimos las ventajas e inconvenientes de aquel local y celebramos el triunfo del partido de aquella tarde.
Mirarnos unos a otros intentando descubrir quien es el más patoso comiéndose una hamburguesa de pollo del Mc Donalds de Cuatro Caminos el mediodía del jueves que decidimos no comer en la facultad.
No conocerte de nada y sin embargo no considerarte un extraño porque tú sabes quien soy yo, y yo sé quien eres tú. Y que eso nos sirva de excusa para escribirnos largas parrafadas intercambiando opiniones distintas sobre la visión antropocétrica del mundo y todas sus consecuencias. Y alegrarnos, ya que no todos los días se encuentra a un desconocido conocido con el que se puede hablar de verdad.
Reirme con mis hermanos recordando momentos divertidos que ninguno hemos podido, ni querido, olvidar. Y saber, mientras nos reimos escandalosamente, que nos unen muchas más cosas de las que nos podemos imaginar. Muchas más de las que nos podrían separar.
Escribir en este cuaderno que me regaló un buen amigo una tarde de febrero. Y encontrarme, en medio de las hojas que hoy lleno de palabras, su letra con frases que me gusta no olvidar.
Escribir aquí.
Releerlo como me aconsejó aquel gallego rubio.
Y después pasarlo al blog y disfrutar leyendo vuestros comentarios.
Mirarnos unos a otros intentando descubrir quien es el más patoso comiéndose una hamburguesa de pollo del Mc Donalds de Cuatro Caminos el mediodía del jueves que decidimos no comer en la facultad.
No conocerte de nada y sin embargo no considerarte un extraño porque tú sabes quien soy yo, y yo sé quien eres tú. Y que eso nos sirva de excusa para escribirnos largas parrafadas intercambiando opiniones distintas sobre la visión antropocétrica del mundo y todas sus consecuencias. Y alegrarnos, ya que no todos los días se encuentra a un desconocido conocido con el que se puede hablar de verdad.
Reirme con mis hermanos recordando momentos divertidos que ninguno hemos podido, ni querido, olvidar. Y saber, mientras nos reimos escandalosamente, que nos unen muchas más cosas de las que nos podemos imaginar. Muchas más de las que nos podrían separar.
Escribir en este cuaderno que me regaló un buen amigo una tarde de febrero. Y encontrarme, en medio de las hojas que hoy lleno de palabras, su letra con frases que me gusta no olvidar.
Escribir aquí.
Releerlo como me aconsejó aquel gallego rubio.
Y después pasarlo al blog y disfrutar leyendo vuestros comentarios.
lápices de colores
Aquel día decidiste comprar lápices de colores. Mientras pagabas tu caja de cartón Carioca revisabas mentalmente los sitios posibles donde podrías encontrar algún sacapuntas de la infancia.
Llegaste a casa. Al ponerte a estudiar por primera vez tras la compra, la rutina era distinta de la habitual, había algo de emoción en ella. No tenías ganas de estudiar, como siempre, pero los lápices rompían la monotonía y el descolorido de tus apuntes. Decidiste animar las hojas para memorizar mejor aquellos complejos conceptos.
Los días fueron pasando, comenzaste a dar uso al viejo sacapuntas. Primero con el amarillo, rojo, azul, verde … También llegó el turno del marrón. Azul marino. Para todos llegó el momento de renovar la punta.
Con el tiempo el tamaño de los lápices se fue reduciendo, hasta llegar a una longitud de no más de seis centímetros. Entonces ya habías olvidado aquel día en el que te paraste en la papelería, el precio de los lápices. Ya te habías examinado de aquel duro examen cuyos apuntes coloreaste tan bien.
Fue en este momento, otra aburrida tarde de estudio, decidiste que lo más productivo en aquel momento era hacer una limpieza de tu estuche. Entonces, de una manera rutinaria cogiste los lápices y sin más vacilaciones los metiste en ese bote, el que tienes encima de tu mesa. En cuyo fondo están los lápices de colores de pequeño tamaño, unos cuantos clips, alguna goma de borrar vieja. Ahí se quedaron durante años los lápices de colores.
Los días fueron pasando, comenzaste a dar uso al viejo sacapuntas. Primero con el amarillo, rojo, azul, verde … También llegó el turno del marrón. Azul marino. Para todos llegó el momento de renovar la punta.
Con el tiempo el tamaño de los lápices se fue reduciendo, hasta llegar a una longitud de no más de seis centímetros. Entonces ya habías olvidado aquel día en el que te paraste en la papelería, el precio de los lápices. Ya te habías examinado de aquel duro examen cuyos apuntes coloreaste tan bien.
Fue en este momento, otra aburrida tarde de estudio, decidiste que lo más productivo en aquel momento era hacer una limpieza de tu estuche. Entonces, de una manera rutinaria cogiste los lápices y sin más vacilaciones los metiste en ese bote, el que tienes encima de tu mesa. En cuyo fondo están los lápices de colores de pequeño tamaño, unos cuantos clips, alguna goma de borrar vieja. Ahí se quedaron durante años los lápices de colores.
Seguramente te has imaginado el bote de encima de tu mesa. Muy posiblemente has encontrado en él, los lápices, la goma, los clips.
Y es que, ¿alguien puede explicarme por qué nuca tiramos los lápices si no vamos a volver a usarlos?
Etiquetas:
filosofía urbana,
sociedad,
un poco de nada
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