No hay inspiración. No hay palabras. No quedan verbos que conjugar ni frases que formar.
La contradicción se hace ahora más patente, el silencio mucho más húmedo y la soledad es ya como una vieja carga que se ha acostumbrado a llevar siempre encima.
Superación egoísta. Ánimo sin ganas.
Palabras absurdas. Promesas que nunca se cumplen.
Ella sabe que así no es la ley. Lucha para cambiarla. Ella sabe que el mundo es más fuerte, el poder más atractivo y el egoísmo más humano. Aún así continua la lucha.
Uno de los viejos amigos se va. Llegan otros nuevos. Tranquilos, pausados, como si el ritmo llevado siempre fuese el previsto. Así se suceden los acontecimientos, las personas, los momentos y los sentimientos.
Ella dice lo que quiere. Calla lo que piensa. Habla mucho. Sabe que no está diciendo nada.
Sabe que valen muy poco sus palabras. Piensa que su fuerza es nula. Sus esfuerzos inútiles.
Y su valentía es menor que la de aquel que nunca ha necesitado ser valiente.
Ha sufrido en un pasado. Ha remontado. Ha triunfado. Pero sabe que son triunfos pequeños. No tiene sentido seguir aplaudiendo.
Los demás. Los pocos que hay. Los muchos que quedan. Los conocidos. Los desconocidos. Los viejos amigos. Los nuevos contactos. La sonrisa amable. Las palabras. La escucha. El intento de pensar en otros. El intento de ser generoso en un cuerpo que solo busca el egoísmo. La guerra constante. La lucha en el frente. No queda munición. El enemigo ataca. No hay fuerzas. No hay ganas. El enemigo avanza. No vencerá.
De algún lugar recóndito del alma, un lugar desconocido hasta entonces, sale un brillo de esperanza. Fuerza. Como si estuviese pensado ya que hay momentos en los que solo eso nos empuja a seguir adelante. Cuando el enemigo se hace fuerte y el amigo falla. Cuando quien nos ha animado a subir nos deja caer sin alas.
Ahora toca seguir. Adelante. Con fuerza, con ánimo y esperanza. Sacando valentía de los puntos débiles. Sacando sonrisas de una boca que se come lágrimas. Mirando siempre al cielo. Nunca al suelo.
Sabiendo que aquel que le ha ayudado a subir ahora le deja sola con el descenso.
Duda. Ella nunca ha hecho eso con nadie. Sabe lo importante que es el ánimo para aquel que comienza, siempre que venga de alguien con más experiencia.
Le duele. Le desanima. Pero en fondo lo comprende. Una vez más se maldice por comprender tanto a los demás. Por comprender tanto al resto. Por entender. Por saber ponerse en el lugar del otro. Una vez más le gustaría poder comprender y ver menos.
Respira aire de vida. Fuma aire de muerte. Sonríe. Comienza de nuevo, esta vez sin ganas.
No importa. Sabe que vive en un mundo lleno de contradicción. De dolor. De amor.
Sabe que poco importa su estado de ánimo hoy.
Sabe que para conseguir lo que quiere tiene que seguir luchando. Sabe que ha nacido para ello. Esa fuerza le anima a seguir. Pocos saben lo quieren. Ella lo tiene muy claro.
1 comentario:
la lucha sigue, me alegro de que sea así cada día. Empiezas a leerlo y no puedes parar hasta el final. Enhorabuena!
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