me llamo Carlos

Ella y yo nos subimos al autobús.
Nos sentamos enfrente de un chico joven.
Hablamos en gallego. le enseño a ella unos folletos que me han dado, en gallego también, del parque natural de las Illas Cies.
Él habla: -¿qué estudiais?
-Biología -digo yo-.
Entonces, no podía ser de otra manera, me habla de la Obregón. Una vergüenza de mujer, una comparación odiosa para todo biólogo.
Me dice que no es tan mala gente. Que salió con su padre, como si eso fuese un orgullo, pues se ve que para algunos sí lo es.
-Es una piedra semipreciosa-me dice-
A lo que le contesto que: -Más semi que preciosa.
Unos minutos callados. Empiezo a intuir que es una persona un poco extraña.
Rompe el silencio con esta pregunta:
-¿qué opinas de los perros?
Le miro y me río un poco de él.
Se explica: - Si tuvieses un cocker, un caniche y un labrador, ¿a cual salvarías?
Respondo que al cocker.
Ella dice que al caniche.
Él al labrador.
Luego nos dice que aquellos que escogen al cocker están locos, los que escogen al caniche más que locos, y los que escogen al labrador son diferentes...
Me río de la rápida simplificación del mundo en locos, más que locos y diferentes. Dentro de los tres grupos creo que prefiero sin duda el de locos.
Esta converesación si que es de locos.
Entonces nos pregunta donde vivimos. A lo que respondo que debajo de un puente.
No le cuadra nuestra apariencia con ese tipo de vida.
Yo le recuerdo que las apariencias engañan.
Llegamos a nuestro destino.
Nos vamos a bajar del autobús.
Él dice: -Me llamo Carlos.
Respondo: -No podía ser de otra manera.