Hemos vuelto

Hemos vuelto. En plural. G cree que él ha cambiado, yo sé que no lo ha hecho. Confío en encontrar a la persona de siempre entre las palabras que hablan de nuevas experiencias.

Cada día estoy más convencida de que las personas no cambian. Está claro. Evolucionan, o involucionan, pero nacen y mueren con los mismos puntos fuertes y débiles. Y quizás sea esta una máxima difícil de aceptar pero sobre la que se edifica la madurez.

He vuelto. Y podría decir que soy otra. Pero en realidad soy la misma. Con algún año más, con algún kilo menos. Igual de luchadora y mucho más feliz.

Y es que, aunque las personas no cambien, a veces se producen cambios en las personas. Y de todos ellos, el más significativo, y también el más bonito, es la evolución que nos lleva a alcanzar la paz.

Como todos los hechos importantes en la vida, es lento y progresivo, paso a paso, sin apreciar el avance mientras se está avanzando. Y un día te das cuenta. Te das cuenta de que sigues siendo la misma persona, con las mismas dificultades y facilidades. Pero con Paz. Y eso lo cambia todo.

La paz lo cambia todo. Ese momento clave en el sabes que lo mejor está por llegar, y no porque tu suerte en la vida haya cambiado si  no porque tu manera de vivirla te hace disfrutar de una forma que antes no habías experimentado.

Lo más bonito de una historia con final feliz es el principio. Seguiremos recorriendo las calles de esta tierra sabiendo que el límite es el cielo.

 “Cuando tú cambias tu forma de ver las cosas, cambian las cosas que miras”

Un día cualquiera.

¿ No te  pasa que hay días que llorarías diez minutos por aquello que nunca volverá; momentos, personas, situaciones, nexos..? Diez minutos. Y después, seguir adelante con ilusión.
Disfrutando del hoy por el que mañana lloraremos, probablemente, otros diez minutos.

Simulacro real


Vuelvo a tu mente. Vuelven tus palabras.
Me invaden.
Mi espacio y mi tiempo se fusionan en una misma dimensión que, en un instante infinitamente corto, comparto contigo. Y que nos mantiene más próximos que cien años de compañía.

Jamás dejarás de sorprenderme. Y nunca tendré la satisfacción de haber escrito suficiente sobre ello, de haber pensado suficiente en tus palabras y de haber comprendido ese fenómeno extrañamente excitante que para mi sólo lleva tu nombre.

Déjame entrar en tu mente. Pasear entre tus neuronas para disfrutar de tus sinapsis, analizar la longitud y forma de tus axones, la mielinización de tus oligodendrocitos, las numerosas dendritas que contienen tus somas. Déjame sentir tus pensamientos, perderme entre la maraña confusa de ideas y hechos, de sentimientos, experiencias y aprendizajes que dan forma a tu mente. Déjame recorrer tu memoria y sentir sus olores y colores, sus formas.

Y así, intentar, al menos, comprender la primera de tus infinitas palabras.
Intentar, al menos, comprender el oscuro brillo de tu mirada.

En los días más extraños sigo leyéndote, y sigo deseando que estés un rato a mi lado.
Pero sólo un rato. De ti nunca quiero un siempre.

Releerte es volver. Volver al Pasado.
Mirarme al espejo para ver mi yo de hace cinco años. Aún pequeño e inexperto, voluble e incomprendido. Un yo muy juvenil e inmaduro.
Mirarme al espejo y comprender tu tú de hace cinco años. Más sombrío y confuso. Más gris. Ahora quiero a tu tú de entonces más que en aquel momento. Y lo comprendo cada vez más y cada vez menos.

Tus palabras hacen que me encuentre contigo y conmigo, en otro universo en el que somos nosotros sin ser cada uno, quizássea otra vida y otra dimensión del tiempo.

Pero, al final, sé que jamás podré perdonar que no siempre hayas sabido tratarme.
Sé que jamás dejarás de removerme, alterarme y conseguir inspirarme.
Y que jamás te haré esas dos preguntas que siempre estoy a punto de hacerte.

Ciertas cosas en la vida fueron hechas para ser experimentadas, nunca explicadas.


Querido amigo,

Te escribo desde España Noroeste a España Norte. Tengo la impresión de que la distancia física que separa nuestros cuerpos es siempre mayor a la distancia a la que se encuentran nuestras almas.
Y eso me llena de profunda alegría.

Mi vida transcurre tranquilamente. Con cambios inesperados y con rutinas firmemente arraigadas. Con miedos, ilusiones, alegrías e incertidumbres.
Lo propio de mi edad, situación y carácter.

Noto que estoy cambiando en muchas cosas, creciendo en otras. Cada día es mayor la importancia que tiene en mi vida mi familia y esos pocos amigos “que se cuentan con los dedos de una mano”. Disfruto de las relaciones humanas. Disfruto de la rutina y de lo que no lo es.
En definitiva; vivo.

Sigo conociendo a gente que me sorprende, que me cansa, que me gusta, que me aburre. Y también, muy de vez en cuando, gente que me hace sentir cosas que nunca antes había sentido. Me marcan, aunque no siempre llegan a saber que me han marcado.

Aún no he conseguido olvidar el verano en que nos conocimos. Aquel verano aun se podía fumar en los bares. Y yo, aun fumaba.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo.
Midiendo el tiempo en momentos, han pasado siete grandes momentos, y quince no tan sublimes, aunque también relevantes.
Y midiendo el tiempo en segundos, han pasado cuarenta y siete millones quinientos veinte mil segundos, es decir, menos de dos años.

Sigo sin comprender uno de los hechos más relevantes e increíbles de este mundo; que el tiempo pase siempre a la misma velocidad. A cualquiera que no se lo hubiesen explicado diría que eso es imposible, que hay horas que duran minutos y otras que tienen duración de días. Y, sin embargo, no es así, el tiempo pasa siempre a la misma velocidad. Y supongo que eso condiciona de manera extraordinaria nuestra corta y relevante existencia.

Ayer leí algo sencillo que quiero compartir contigo antes de despedirme.

No tengas miedo de demasiadas cosas. Es peligroso.
No hables demasiado. Lo echarás todo a perder.
No te agobies con tus preocupaciones.
La chica que vas a conocer no se parece a nadie que conozcas. Cuando la veas, puede que sientas un hormigueo. No te encierres en ti mismo. Tampoco te abras de par en par. No pienses en ello a menudo, pero tampoco dejes que se te olvide. Esa chica está ahí fuera. “

Con cosmos.


Por fin. Después de tanto tiempo ahí estaban de nuevo.
Sus palabras, base de mi inspiración.
Destacaban claras frente a un fondo negro, que hacía más difícil su comprensión.
Eran sus formas, el caminar de sus versos, y el por qué de su mente. Todo.
Todo en un mismo párrafo. Sublime. Y a su vez, escondido en el más desapercibido de todos los blogs que, como una fina capa de la atmósfera virtual, ocupa su lugar y cumple su función en el complejo mundo de Internet.

Sus palabras penetraron en mi mente por una vía rápida y poco frecuentada. Llegaban directamente al minúsculo y desconocido lugar donde se aloja la inspiración.
Un lugar más pequeño que el universo antes de estallar. Y más desconocido que el origen del tiempo.
Directamente a la inspiración. Para proporcionarle la energía suficiente para sobrevivir un periodo de tiempo indeterminado, pero presumiblemente intenso.

A pesar de la evidente distancia, una intensa y radiante luz iluminaba nuestra conexión. Las complejas redes que nos mantienen más fuertemente unidos de lo que podemos sospechar.
Esa parte de él que soy yo, y esa parte de mi que lleva su nombre.
Quizás sea aquella fina cuerda que un día temimos que se rompiera, pero que ahora estamos seguros de que cada día brilla más.
Su presencia y sus palabras inundan mi vida con intermitentes destellos de luz. Esos destellos son lo más próximo a la felicidad que he experimentado a lo largo de mi existencia.

Su mente es el único lugar del universo donde yo aceptaría pasar un periodo de tiempo equivalente a una eternidad.

Los Límites de la Realidad.

Cuántas veces en el transcurso de esta relación he pesando que llegaba el final. Pero no. Una subida, una bajada, un brusco cambio de dirección. Siempre estábamos ahí. A velocidades insospechadas, con una alta concentración de adrenalina en sangre, nutriendo a la inspiración y haciendo trabajar al corazón a un ritmo previsiblemente acelerado.

Ahora nos encontramos ante un final distinto. Y quizás, más real que todos los anteriores. Y por ello, tristemente duro, y su vez, enormemente tierno. Como ocurre con todas las despedidas teñidas de finales que no son más que comienzos de nuevos proyectos. Acompañada del vértigo que supone la aventura de recorrer sendas que parecían inexplorables. El futuro nos espera, y aunque nos espera siempre, en momentos como este parece más palpable.

En una situación así no puedo dejar de escribirte aunque no sea capaz de encontrar las palabras que me expliquen de verdad. Pero tengo la seguridad de que después de haberme leído tanto sabrás a qué me refiero con lo que digo, y también sabrás a que me refiero con todo aquello que no escribo. Mis palabras siguen siendo igual de caóticas que siempre, y sigo sin saber poner en el lugar adecuado los puntos.

Quiero agradecerte nuestra relación. Los cambios, acelerones y frenazos,colores tan fuertes y formas tan variadas. La riqueza de experiencias que supone tu presencia.

Me parece imposible abarcar en un mismo pensamiento tantos momentos pasados, tantas historias, tantos sentimientos e ideas entrelazadas. Me quedo con la alegría de saber que este último año ha sido el que más hemos sido capaces de disfrutar.

Las personas que conozco que hayan compartido conmigo tu presencia afirman, igual que yo, que cambias la vida de aquellos que te rodean, haciéndoles sentirse bien consigo mismos por el hecho de estar contigo. Agradezco la seguridad de tu presencia y tu capacidad de ver el fondo aunque, a veces, no compartamos las formas.

La vida es muy larga y estoy convencida de que volveremos a coincidir más de una vez viviendo vidas más o menos paralelas o más o menos entrelazadas. Y si no es así, tengo la seguridad de que no te voy a olvidar.


"La palabra imposible no está en mi vocabulario." (Napoleón Bonaparte)



Tregua infinita.

Podría escribir un buen rato sobre los detalles clave en la evolución de nuestra relación a lo largo de todo este tiempo.

Y sin embargo, no serviría de nada.

A ti no te interesa. Y a mi puede llegar a aburrirme.


Hemos llegado al límite, el indeseado muro que nos gustaría que no existiese pero que es casi más real que nuestra propia vida.

Ahí está. Firme, impenetrable y enormemente grande. Al menos así se ve cuando lo miras muy de cerca.

Quizás en la distancia no sea más que un inapreciable y trivial punto en un infinito y bello horizonte.


Hemos combatido como enemigos en la misma guerra, y sin embargo los dos somos perdedores. Jamás te he cedido el territorio que querías conquistar y tú no me has dejado llegar a mi objetivo. Ninguno de los dos ha conseguido lo que quería. Y ambos hemos dejado ya de luchar.

¿Estamos en paz o es una tregua infinita?


Los dos estamos en tierra firme, aunque la barca de nuestra relación navega a la deriva. Nunca quisimos tomar el mismo rumbo.

A lo lejos vemos humear la última hoguera que hace horas se apagó. Sólo queda humo. Y después del humo, nada.


Ojalá que este estado de aparente paz nos dejé construir una amistad con más firmeza y altura que la del muro que nos diferencia.


El Genio de mi Inspiración.

¿Conoces esa extraña sensanción basada en un enorme impulso mental que te obliga a realizar algo, como si no hacerlo supusiera un delito o una pérdida para la humanidad?

Hoy me ha pasado. Releyendo unos mails nuestros en los que escribíamos sobre los recuerdos. He tenido el enorme impulso de redactar nuestra historia, nuestras conversaciones, nuestras tormentas, nuestra cercanía; siempre medida y siempre distante. Celosa de intimidad y abierta a cualquier confensión.

Si algun día escribiese un libro serías protagonista indiscutible de mi novela.

No voy a declararme. No te asustes si piensas que esta confesión va a terminar así. No estoy enamorada de ti, aunque quizás nunca deje de estarlo sin darme cuenta. Al menos, sin disfrutar ni sufrir por ello.
Es tu mente. Tu maldita mente. Tu brillante mente la que siempre me ha fascinado. No es nada más y es todo eso.

Iré más allá.
Son tus palabras. Tu manera de escribir, el razonamiento y la continuidad de tus frases y de tus párrafos lo que crea en mi mente unas conexiones neuronales asociadas directamente con la inspiración y la excitación.

Tus palabras recorren en mi mente trayectorias desconocidas y enormemente interesantes. Han abierto caminos inhabitados hasta entonces y que sólo son capaces de recorrer e iluminar tus palabras, tus escritos, tus reflexiones. Permitiéndome descubrir un universo dentro de mi que desconozco en tu ausencia.

He leido y leo mucho, y sin embargo no he encontrado ninguna lectura que me inspire tanto como tus palabras. Cualquier frase que tú escribas me traslada a rincones de mi mente a los que sólo se puede llegar cuando se tiene como guía a la inspiración.

¿Y sin embargo, podrían tus palabras inspirarme si las leo sin saber que eres tú el autor? ¿Son sólo las palabras o la llave que abre la puerta de la inspiración y la luz que las iluminas es el hecho de saber que todo aquello procede de tu mente? ¿Cuál es el detonante y cuál es la consecuencia?

Amor a tercera vista.

Me pidió que contase su historia. Con la excusa de que yo tenía una facilidad mayor para redactar con sencillas palabras los sentimientos más complejos, me involucró de lleno en una compleja, fluida y bonita historia de amor que empezó un diez de septiembre. O quizás ya había empezado mucho antes.


Me dejó muy claro que ninguno de los involucrados daría jamás a conocer ninguno de los detalles que les llevaron a buscarse entre los bares de aquella ciudad costera, que les llevaron a recorrer todos los rincones de aquellas calles y a no querer volver temprano a casa.


Lo más bonito de una historia con final feliz, es el principio. Aquella historia no tenía un final feliz, pero si un principio merecedor de tal desenlace.


Los amores a primera vista son rápidos y se olvidan facilmente, los amores a tercera vista son más lentos y más difíciles de olvidar.

Aquello fue un amor a tercera vista. No le quiso el primer día, pero no fue capaz de olvidarle el último. Poco a poco él fue formando parte de su vida hasta que un día ella se dio cuenta de que pensaba en él mucho más tiempo que en el resto de personas que le rodeaban.


Algun día contaré su historia, cuando descubra nuevas palabras que me ayuden a explicar lo que con los vocablos existentes no soy capaz de redactar.

Mientras tanto ellos recorreran las calles de esta Tierra sabiendo que el Límite es el Cielo.

Experiencia inexplicable II: Pequeños cambios vitales.

Había algo de ingenuidad en aquella mirada, un poco de miedo, mucho de cariño y todo de verdad.

Todo ello combinado en las proporciones exactas daba lugar a aquel brillo tan especial que sólo era visible en su mirada.

Difícilmente explicable.

Nunca volví a ver una mirada como aquella. O quizás es que, desde entonces, no he vuelto a mirar de la misma manera.