incomprensión

"Lo más incomprensible del mundo es que sea comprensible"
Albert Einstein

Cambio

De pronto comenzó todo. Sin previo aviso. Con rapidez, como si ya llevasen tiempo esperando un estímulo señal que marcase el inicio, el momento de salida.

Se desencadenaron los acontecimientos, uno detrás de otro. Sin prisa, sin pausa. Tranquilo pero ágil. Como las fichas de un dominó que tras empujar levemente la primera van cayendo todas, de una manera ordenada y elegante; perfecta y precisa.
Los actos se sucedieron a cierta velocidad. Una palabra, quizás un gesto, una mirada o una sonrisa pudieron ser los causantes de todo aquello. Las causas inmediatas, pues las causas últimas se habían forjado hacía ya tiempo.
Todo suedió como sucede en las carreras de cien metros lisos. En estas, tras el pistoletazo de salida, los corredores abandonan su estado de reposo absoluto para recorren una distancia corta a la máxima velocidad posible. Un paso detrás de otro. Una zancada tras otra. Actuando sin pensar. Concentrando todas las fuerzas en la acción.
De la misma manera que comenzó terminó.De repente. Tras alcanzar la meta. Cuestión de milésimas de segundo. Intenso y fugaz.
Después los dos continuaron con sus vidas. Nadie volvió a mencionar aquello.Aparentemente todo siguió como siempre.
Para ellos todo había cambiado.

sin título

No hay inspiración. No hay palabras. No quedan verbos que conjugar ni frases que formar.
La contradicción se hace ahora más patente, el silencio mucho más húmedo y la soledad es ya como una vieja carga que se ha acostumbrado a llevar siempre encima.
Superación egoísta. Ánimo sin ganas.
Palabras absurdas. Promesas que nunca se cumplen.
Ella sabe que así no es la ley. Lucha para cambiarla. Ella sabe que el mundo es más fuerte, el poder más atractivo y el egoísmo más humano. Aún así continua la lucha.
Uno de los viejos amigos se va. Llegan otros nuevos. Tranquilos, pausados, como si el ritmo llevado siempre fuese el previsto. Así se suceden los acontecimientos, las personas, los momentos y los sentimientos.
Ella dice lo que quiere. Calla lo que piensa. Habla mucho. Sabe que no está diciendo nada.
Sabe que valen muy poco sus palabras. Piensa que su fuerza es nula. Sus esfuerzos inútiles.
Y su valentía es menor que la de aquel que nunca ha necesitado ser valiente.
Ha sufrido en un pasado. Ha remontado. Ha triunfado. Pero sabe que son triunfos pequeños. No tiene sentido seguir aplaudiendo.
Los demás. Los pocos que hay. Los muchos que quedan. Los conocidos. Los desconocidos. Los viejos amigos. Los nuevos contactos. La sonrisa amable. Las palabras. La escucha. El intento de pensar en otros. El intento de ser generoso en un cuerpo que solo busca el egoísmo. La guerra constante. La lucha en el frente. No queda munición. El enemigo ataca. No hay fuerzas. No hay ganas. El enemigo avanza. No vencerá.
De algún lugar recóndito del alma, un lugar desconocido hasta entonces, sale un brillo de esperanza. Fuerza. Como si estuviese pensado ya que hay momentos en los que solo eso nos empuja a seguir adelante. Cuando el enemigo se hace fuerte y el amigo falla. Cuando quien nos ha animado a subir nos deja caer sin alas.
Ahora toca seguir. Adelante. Con fuerza, con ánimo y esperanza. Sacando valentía de los puntos débiles. Sacando sonrisas de una boca que se come lágrimas. Mirando siempre al cielo. Nunca al suelo.
Sabiendo que aquel que le ha ayudado a subir ahora le deja sola con el descenso.
Duda. Ella nunca ha hecho eso con nadie. Sabe lo importante que es el ánimo para aquel que comienza, siempre que venga de alguien con más experiencia.
Le duele. Le desanima. Pero en fondo lo comprende. Una vez más se maldice por comprender tanto a los demás. Por comprender tanto al resto. Por entender. Por saber ponerse en el lugar del otro. Una vez más le gustaría poder comprender y ver menos.

Respira aire de vida. Fuma aire de muerte. Sonríe. Comienza de nuevo, esta vez sin ganas.
No importa. Sabe que vive en un mundo lleno de contradicción. De dolor. De amor.
Sabe que poco importa su estado de ánimo hoy.
Sabe que para conseguir lo que quiere tiene que seguir luchando. Sabe que ha nacido para ello. Esa fuerza le anima a seguir. Pocos saben lo quieren. Ella lo tiene muy claro.

eso basta

Se encontraba entonces en una etapa de transición. Esos momentos claves, dolorosos e importantes que son puntos de inflexión en nuestras vidas. Momentos en lo que pasamos de una etapa a otra, momentos en los que la rutina adquiere mayor dinamismo del habitual.
Así estaba ella.
Se había dado cuenta de unas cuantas cosas, había madurado otras. Comenzaba de nuevo, subiendo, ascendiendo por un camino que llegaba a una meta que se había propuesto hace no mucho tiempo.
La clave estaba en la constancia, lo sabía. Aún así cada mañana parecía infinita la lucha y lejana la victoria.
Pero entonces, cuando menos se lo esperaba, cuando cerraba por fin un capítulo que llevaba tiempo haciéndole sufrir, cuando comenzaba a olvidarse de algunos amores poco brillantes.
Entonces, apareció él.
Sonriente, sencillo, valiente, algo mayor, trabajador, algo tímido. Tranquilo. Con unos ojos azules que parecían cristalinos, como el agua de mar cercana a la costa un día soleado y sin viento de verano.
Él trajo la paz. Como un mensajero venido de lejos, como un poeta fuera de su tierra, como un amante que espera pacientemente impaciente que llegue el momento del encuentro con su amor.
Allí estaba él. Con su porte alto y su cabello claro. Con su uniforme y su elegancia. Una sonrisa y unas palabras. No más. En él, eso basta.

A, B, D, los unicornios y yo

El sabádo B nos invitó a cenar a A y a mi.
A y yo hacía tiempo que no nos veíamos, como cada vez que nos reunimos fuimos a merendar a Serrano. Entre comida y cigarros profundizamos filosóficamente en algunos temas complicados.
Conluimos, con la ayuda de D que días antes también había tratado el tema conmigo y cuyas conclusiones y razonamientos sacamos entonces a relucir, que nadie se planteaba la existencia de los unicornios, sencillamente porque no existen. Nadie defiende que existan o no.
Sin embargo la existencia de Dios es negada fuertemente por aquellos que dicen que es un invento de la mente humana.
B nos escuchaba con una mueca simpática y divertida. Disfrutaba de lo absurdo y esencial de nuestros razonamientos.
B nos dijo que aquello tenía una fácil explicación. Nadie insiste en negar la existencia de los unicornios porque estos no molestan a nadie. La existencia de Dios si que molesta.

Nada

Nada que escribir. Poco que pensar. Algo por decidir. Mucho por aprender. Toda una vida por vivir.

Hoy me miras. Sonríes. Aciertas. Consuelas.
Yo te miro. No entiendo.

Hace tiempo que he dejado de buscar esperanza en tu mirada. Aún así sonrío. Tú piensas que todo sigue como siempre. Yo sé que hace tiempo que ha cambiado, que ahora es para mi mucho mejor y diferente. Para ti sigue siendo todo igual.
Si supieses que hay detrás de mi mirada te asustaría. Sufrirías.
Cómo explicarlo si no serás capaz de comprenderlo. Cómo decirte que hace tiempo ya no espero nada de tus acciones.
Sigo estando ahí, como siempre. Alegre. Como antes, como cuando me enamoraba tu mirada. Como cuando mi mente congelaba y reproducía en cada instante tu sonrisa. Pero ahora es diferente.

Ya no pienso en tu mirada. Ya no busco tu sonrisa. Ya no quiero tus palabras. No me gusta tu consuelo.
Tantas veces has fallado. Otras tantas has huido cuando te he necesitado. Cuantos días te he llamado sin encontrar respuesta. Cuantas veces he esperado tus palabras que no llegan.

Ahora ya da igual. No te esfuerces. Ya no espero más de ti, ya no quiero que seas nadie. Ya no importa si te vas o si solo piensas en quedarte.
Qué más da ya donde dirijas tus pasos. En tu mente está tu imagen. Asqueado ya de verla te crees que el mundo es culpable. Solamente tú eres culpable.

Hemos estado ahí. Intentando sacarte adelante. Ahora solo queda tu esfuerzo. Tu querer.

Yo me voy. No te asustes. Me marcho. Aunque pienses que sigo aquí me estoy yendo. Aunque no notes mi marcha un día mirarás de nuevo y ya no estaré.
No te preocupes. No te agobies. No sufras.
Si algún día amaneces y ya no estoy no creas que me he ido de repente. Poco a poco me he ido alejando de tus miradas. Poco a poco pero has estado demasiado ocupado para notarlo.

Quizás cuando mi ausencia sea absoluta notes mi falta, a lo mejor ni siquiera en ese momento.
Entonces recordarás estas palabras.

egoismo

"egoista es todo aquel q no piensa en mi"

cambio

"Las cosas no cambian, solo cambia nuestra manera de verlas"

Wall Witman
"La mayor dicha del hombre que piensa es haber explorado lo explorable y haber reverenciado tranquilamente lo inexplorable. Tranquilamente no, nunca tranquilamente"
Goethe

el norte y Madrid

Fuera llueve. Dentro está él. Viendo la lluvia resbalar por los cristales de la ventana de su cuarto. Piensa en ella. Y sabe que a cientos de kilómetros ella piensa en él.
En el norte llueve. Llueve también en Madrid.
Ella mira por la ventana de su habitación. Piensa en él y sabe hay alguien en el norte que piensa en ella también.
Los dos unidos por un destino indeciso. Separados por distancias infinitas que jamás serán recorridas.
Él se levanta, se acerca hasta la mesilla y coge de la cajetilla roja un cigarro Malboro. Abre la ventana y da la primera calada.
Distraído, absorto en sus pensamientos no sé da cuenta de que dos gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas. Nota su presencia al cabo de unos segundos. No le extraña ni le inquieta saber que llora por ella.
Ella cansada de intentar estudiar sin éxito se acerca hasta la mesa y coge una cajetilla. Abre la ventana y comienza a fumarse un cigarro. Le gustaría estar con él. Recuerda su última mirada. Ella sabe que es mejor dejar que el tiempo aclare sus jóvenes corazones.
Él llora porque sabe que se equivocó. Intentó correr para conseguir el oro llevando el bronce en una mano. Lo llevaba por si acaso no ganaba la carrera. Por lo menos tendría algún trofeo, aunque fuese menor.
Él sabe que se equivocó, que para luchar por el oro hace falta hacerlo con todas las fuerzas, solo así puede conseguirse.
Ella piensa en él. Entre calada y calada sabe que así no puede ser. Sabe que él tiene que aprender que a dos bandas no se puede estar. Pero también sabe que él la quiere a ella, que por ella dejaría su bronce. Ella sabe que si le asegura la victoria correrá la carrera.
Indecisión. Ambos dudan de que será lo mejor. Quizás deben olvidarse y comenzar de nuevo. A lo mejor no. Quizás es esa fuerza que no puede separarles la que impide que se olviden.
En el norte deja de llover. Él sabe que ha perdido lo que más quería.
En Madrid llueve más fuerte aún. Las gotas golpean con dureza el suelo de asfalto gris. Ella sabe que pocas personas le querrán como él. También sabe que hay cosas que no pueden ser.
De repente, también deja de llover.
Ella cierra su ventana. Coge de nuevo los apuntes y continua estudiando.
Él cierra su ventana. Sale de su cuarto.