el norte y Madrid

Fuera llueve. Dentro está él. Viendo la lluvia resbalar por los cristales de la ventana de su cuarto. Piensa en ella. Y sabe que a cientos de kilómetros ella piensa en él.
En el norte llueve. Llueve también en Madrid.
Ella mira por la ventana de su habitación. Piensa en él y sabe hay alguien en el norte que piensa en ella también.
Los dos unidos por un destino indeciso. Separados por distancias infinitas que jamás serán recorridas.
Él se levanta, se acerca hasta la mesilla y coge de la cajetilla roja un cigarro Malboro. Abre la ventana y da la primera calada.
Distraído, absorto en sus pensamientos no sé da cuenta de que dos gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas. Nota su presencia al cabo de unos segundos. No le extraña ni le inquieta saber que llora por ella.
Ella cansada de intentar estudiar sin éxito se acerca hasta la mesa y coge una cajetilla. Abre la ventana y comienza a fumarse un cigarro. Le gustaría estar con él. Recuerda su última mirada. Ella sabe que es mejor dejar que el tiempo aclare sus jóvenes corazones.
Él llora porque sabe que se equivocó. Intentó correr para conseguir el oro llevando el bronce en una mano. Lo llevaba por si acaso no ganaba la carrera. Por lo menos tendría algún trofeo, aunque fuese menor.
Él sabe que se equivocó, que para luchar por el oro hace falta hacerlo con todas las fuerzas, solo así puede conseguirse.
Ella piensa en él. Entre calada y calada sabe que así no puede ser. Sabe que él tiene que aprender que a dos bandas no se puede estar. Pero también sabe que él la quiere a ella, que por ella dejaría su bronce. Ella sabe que si le asegura la victoria correrá la carrera.
Indecisión. Ambos dudan de que será lo mejor. Quizás deben olvidarse y comenzar de nuevo. A lo mejor no. Quizás es esa fuerza que no puede separarles la que impide que se olviden.
En el norte deja de llover. Él sabe que ha perdido lo que más quería.
En Madrid llueve más fuerte aún. Las gotas golpean con dureza el suelo de asfalto gris. Ella sabe que pocas personas le querrán como él. También sabe que hay cosas que no pueden ser.
De repente, también deja de llover.
Ella cierra su ventana. Coge de nuevo los apuntes y continua estudiando.
Él cierra su ventana. Sale de su cuarto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

mu bonito...aunq no debería ser yo la primera en comentarte...:)

1besitoo Dolly!!ánimo cn el estudio!!!

Anónimo dijo...

jajaja...pues creo q serás la primera y la última en comentar!
así es la vida...
ánimo tú tb nutri-farmacéutica!

Anónimo dijo...

cómo que la última? mu chulo. es continuación del anterior? me gusta más este.

y a ver si deja de llover en Madrid, que ya vale :P