Tregua infinita.

Podría escribir un buen rato sobre los detalles clave en la evolución de nuestra relación a lo largo de todo este tiempo.

Y sin embargo, no serviría de nada.

A ti no te interesa. Y a mi puede llegar a aburrirme.


Hemos llegado al límite, el indeseado muro que nos gustaría que no existiese pero que es casi más real que nuestra propia vida.

Ahí está. Firme, impenetrable y enormemente grande. Al menos así se ve cuando lo miras muy de cerca.

Quizás en la distancia no sea más que un inapreciable y trivial punto en un infinito y bello horizonte.


Hemos combatido como enemigos en la misma guerra, y sin embargo los dos somos perdedores. Jamás te he cedido el territorio que querías conquistar y tú no me has dejado llegar a mi objetivo. Ninguno de los dos ha conseguido lo que quería. Y ambos hemos dejado ya de luchar.

¿Estamos en paz o es una tregua infinita?


Los dos estamos en tierra firme, aunque la barca de nuestra relación navega a la deriva. Nunca quisimos tomar el mismo rumbo.

A lo lejos vemos humear la última hoguera que hace horas se apagó. Sólo queda humo. Y después del humo, nada.


Ojalá que este estado de aparente paz nos dejé construir una amistad con más firmeza y altura que la del muro que nos diferencia.


El Genio de mi Inspiración.

¿Conoces esa extraña sensanción basada en un enorme impulso mental que te obliga a realizar algo, como si no hacerlo supusiera un delito o una pérdida para la humanidad?

Hoy me ha pasado. Releyendo unos mails nuestros en los que escribíamos sobre los recuerdos. He tenido el enorme impulso de redactar nuestra historia, nuestras conversaciones, nuestras tormentas, nuestra cercanía; siempre medida y siempre distante. Celosa de intimidad y abierta a cualquier confensión.

Si algun día escribiese un libro serías protagonista indiscutible de mi novela.

No voy a declararme. No te asustes si piensas que esta confesión va a terminar así. No estoy enamorada de ti, aunque quizás nunca deje de estarlo sin darme cuenta. Al menos, sin disfrutar ni sufrir por ello.
Es tu mente. Tu maldita mente. Tu brillante mente la que siempre me ha fascinado. No es nada más y es todo eso.

Iré más allá.
Son tus palabras. Tu manera de escribir, el razonamiento y la continuidad de tus frases y de tus párrafos lo que crea en mi mente unas conexiones neuronales asociadas directamente con la inspiración y la excitación.

Tus palabras recorren en mi mente trayectorias desconocidas y enormemente interesantes. Han abierto caminos inhabitados hasta entonces y que sólo son capaces de recorrer e iluminar tus palabras, tus escritos, tus reflexiones. Permitiéndome descubrir un universo dentro de mi que desconozco en tu ausencia.

He leido y leo mucho, y sin embargo no he encontrado ninguna lectura que me inspire tanto como tus palabras. Cualquier frase que tú escribas me traslada a rincones de mi mente a los que sólo se puede llegar cuando se tiene como guía a la inspiración.

¿Y sin embargo, podrían tus palabras inspirarme si las leo sin saber que eres tú el autor? ¿Son sólo las palabras o la llave que abre la puerta de la inspiración y la luz que las iluminas es el hecho de saber que todo aquello procede de tu mente? ¿Cuál es el detonante y cuál es la consecuencia?