Querido amigo,
Te escribo desde España Noroeste a
España Norte. Tengo la impresión de que la distancia física que
separa nuestros cuerpos es siempre mayor a la distancia a la que se
encuentran nuestras almas.
Y eso me llena de profunda alegría.
Mi vida transcurre tranquilamente. Con
cambios inesperados y con rutinas firmemente arraigadas. Con miedos,
ilusiones, alegrías e incertidumbres.
Lo propio de mi edad, situación y
carácter.
Noto que estoy cambiando en muchas
cosas, creciendo en otras. Cada día es mayor la importancia que
tiene en mi vida mi familia y esos pocos amigos “que se cuentan con
los dedos de una mano”. Disfruto de las relaciones humanas.
Disfruto de la rutina y de lo que no lo es.
En definitiva; vivo.
Sigo conociendo a gente que me
sorprende, que me cansa, que me gusta, que me aburre. Y también, muy
de vez en cuando, gente que me hace sentir cosas que nunca antes
había sentido. Me marcan, aunque no siempre llegan a saber que me
han marcado.
Aún no he conseguido olvidar el verano
en que nos conocimos. Aquel verano aun se podía fumar en los bares.
Y yo, aun fumaba.
Desde entonces ha pasado mucho tiempo.
Midiendo el tiempo en momentos, han
pasado siete grandes momentos, y quince no tan sublimes, aunque
también relevantes.
Y midiendo el tiempo en segundos, han
pasado cuarenta y siete millones quinientos veinte mil segundos, es
decir, menos de dos años.
Sigo sin comprender uno de los hechos
más relevantes e increíbles de este mundo; que el tiempo pase
siempre a la misma velocidad. A cualquiera que no se lo hubiesen
explicado diría que eso es imposible, que hay horas que duran
minutos y otras que tienen duración de días. Y, sin embargo, no es
así, el tiempo pasa siempre a la misma velocidad. Y supongo que eso
condiciona de manera extraordinaria nuestra corta y relevante
existencia.
Ayer leí algo sencillo que quiero
compartir contigo antes de despedirme.
“No tengas miedo de demasiadas
cosas. Es peligroso.
No hables demasiado. Lo echarás
todo a perder.
No te agobies con tus
preocupaciones.
La chica que vas a conocer no se
parece a nadie que conozcas. Cuando la veas, puede que sientas un
hormigueo. No te encierres en ti mismo. Tampoco te abras de par en
par. No pienses en ello a menudo, pero tampoco dejes que se te
olvide. Esa chica está ahí fuera. “
1 comentario:
Me agrada tu blog. Las coincidencias de la vida es que paso por aquí y heme leyendo tus historias.
Me gustan tus palabras, la manera en que escribes y como se transmite ese dulce sentimiento. Gracias por compartir.
:)
Publicar un comentario