Cajas cerradas

Un montón de cajas sin abrir. Un montón. A lo largo y ancho de todo el pasillo.
Una mudanza. Una esperanza. Y como despedida, un par de besos. Aunque para otros, ni eso.
De todo esto no salvaría ni un hueso.
Y tú no darías ni una idea absurda. Ni una locura indecente. Ni un pensamiento sincero.

¡Qué ignorantes! ¡Qué cobardes! Y en conjunto, ¡qué desagradable!
Y, ¡qué monótono! Siempre la misma historia.
Siempre la misma burra que gira alrededor de la misma noria.

Y me preguntas, ¿de qué hablo? Pero vamos … si ya lo sabes.
No te hagas el tonto. Ni el loco. Ni el pato. Y menos, el moro.

Y te sonrío, como si no supiese hacer otra cosa.
Y te lo digo. Y te pregunto. Insisto. Porque me encanta oírte hablar de mi. Porque me gusta mi nombre en tu boca. Tus halagos siempre amables.
Y la incoherencia en cada fonema que pronuncias.
Y todo con ese acento tan característico.

Y mientras ellos miran desde lejos. Y se entretienen. Se entretienen con todo aquello. Tan absurdo, tan patético. Y como siempre, intenta desviar la atención de lo importante. Señalando a lo lejos, desviando las miradas hacia un punto indefinible del horizonte.

Pero tú y yo sabemos que las cajas siguen sin abrir. Siguen en el pasillo. Cerradas. Y son un montón.

Dejamos pasar el tiempo. Y dejamos que también se cuele entre nosotros un buen trozo de espacio. Y si quieres, de silencio.

Y después de todo ese tiempo, todo ese espacio y todo el silencio hemos cambiado.
Lo noto. Y con sinceridad, lo siento.
Tu pelo crecido. Y mi cabeza, sin pelo. Pero tú aún no estás preparado para saberlo.
Tu éxito vacío. Y el mío, discreto.
Tu silencio que miente. Y el mío, aún menos sincero.

Y las cajas siguen sin abrir. En el pasillo. Son un montón. Y están cerradas.

Y ellos siguen desviando la atención de tantos otros. Todo miran donde señala el dedo, sin saber muy bien por qué. Sin saber muy bien a dónde. Un lugar indefinido. Y muy lejos.

Y tú y yo por fin nos hemos parado en el pasillo. Delante del montón de cajas que siguen sin abrir. De las cajas cerradas.

Prefiero tirarlas al mar antes de abrirlas una a una. Y además, nos queda el mar tan cerquita.
Prefiero deshacerme de la primera, de la segunda … así hasta la última.
No pienso abrirlas yo sola. Y tú no estás dispuesto a hacerlo.

Nuestras cajas. Nuestras cosas. Nunca sabrás que había dentro. Y yo, tampoco.
Y decidimos que es lo mejor.
Algo serios. Algo agobiados.
Fingiendo ser maduros. Fingiendo saber lo que hacemos.
Y vamos. Y las tiramos.
Una a una las cajas van cayendo al mar. Todas. Cada una. Cerradas.
Y en nuestra mente, algo de culpabilidad que confundimos con responsabilidad.

Y el mar las acepta sin dudarlo. Y las va tragando una a una. Y a su fondo van a parar nuestras cosas. Todas las que llenaban nuestro pasillo. Todo lo que acumulamos en aquella mudanza. Todo lo que empaquetamos corriendo pero luego no fuimos capaces de volver a abrir, de ordenar, de colocar, de redistribuir.

Y una vez terminado el trabajo nos fuimos. Cada uno a lo suyo.

Y allí seguían ellos. Mirando sin saber a donde. A un lugar indefinido del horizonte. Siempre lejano.

Y nosotros. Sin cajas que estorbasen en el pasillo. Pero también sin nada. Sin alma. Y también, sin corazón. Sin problema y sin solución.

Y después vendrán aquellos, los de detrás, lo que ahora son pequeños. Y también les gustará bucear.Y recorrerán las profundidades marinas y en ellas encontrarán lo nuestro.
Encontrarán un montón de cajas sin abrir.Y se sorprenderán. Y se preguntarán. Y no sabrán responderse.
Y no sabrán porque algunos extraños personajes de alguna generación anterior tiraron todo aquello al mar.
Y lo tasarán. Y lo subastarán. Y solo el que tenga más poder lo conseguirá.
Y abrirá cada caja con esmero, con ilusión.
Dedicará el mayor y mejor tiempo del día a hacerlo. Los mejores días del año. Y seguramente serán los mejores años de su vida.
Y morirá tiempo después sin haber podido responder en que pensarían aquellos que tiraron su propio tesoro al mar.

Y esos ellos somos nosotros. Tú, yo. Nadie más.
Que tiramos nuestro tesoro al mar, que no supimos apreciar lo nuestro, lo que juntos conseguimos.
Que nunca quisimos tener tiempo para abrir nuestras cajas.
Aquel montón de cajas que permaneció tiempo en nuestro pasillo. Cerradas.

5 comentarios:

Marta dijo...

¡Se sale!

"Y nosotros. Sin cajas que estorbasen en el pasillo. Pero también sin nada. Sin alma. Y también, sin corazón. Sin problema y sin solución".

Algo me recuerda a una canción de Fito (sorry, es debilidad ¡je!): "...todas las cosas que al mar tiramos / nos las devuelve siempre la marea / cuando más tratas de olvidarlo / con más fuerza lo recuerdas...".

Maktub dijo...

a mi también me encanta Fito!

JLAndreu dijo...

Pues a mí me encanta abrir cajas en las que no sé que hay, para poder descubrir. Las "cajas escritas" tienen mucha metafísica, y también las de verdad. Supongo que significan lo guardado, lo oculto, pero también algo que está accesible, no es algo divino, es algo natural y humano. El escrito invita a pensar, está bien, me encanta. ¿Por qué lanzar al mar algo que tiene que estar despierto y cerca? Yo me uno al grupo Fito, que también me gusta. Menos mal que en las discotecas todavía hay música que me pone los pelos de punta, como él. Que si ha de ser comercial que lo sea

Maktub dijo...

¿por qué lanzar algo al mar que tiene que estar despierto y cerca?
en realidad este escrito es una reflexión sobre esas veces en las que tiramos una relación humana por la borda, sin saber muy bien que tenemos entre manos ... y nos quedemos sin problema pero tb sin solución!

Kraichek dijo...

el tuyo tmpco tiene desperdicio!
mi proximo texto hablaré de mudanzas. Me has inspirado.
Gracias por tus coments
Besos grandes