tarde lluviosa de invierno

Tarde lluviosa de invierno, desapacible. Fría. El viento hace más desagradable el duro día. La noche llega antes de lo habitual, dejándonos a las seis de la tarde sumidos en una profunda oscuridad. Llueve. Hace frío. Los planes se cancelan. Las citas se atrasan. La inspiración vuelve, acompañada de la morriña. ¿ quién no se acuerda un día como hoy de esos “cola caos” calientes que le preparaba su madre tras una tarde de juegos? ¿ quién no recuerda una tarde de cine con amigos? ¿un café que iba a durar una hora y se eternizó en una tarde completa? Hay cosas que solo pueden hacerse en tardes lluviosas, que en estos momentos cobran mayor importancia, mayor emoción. Hay planes y momentos que solo la lluvia puede acompañar. Que decir de una tarde de cine en casa, con un grupo de amigos y la mesa del salón llena de cuencos de palomitas, coca colas, gusanitos, pizza … y en el televisor una peli de miedo, de amor … muchas veces las dos, la tarde es larga y al terminar una peli comenzamos con la siguiente.
No puedo dejar de recordar una tarde en casa de los abuelos, en el exterior llueve, en casa se está bien. Tras juegos y risas los abuelos preparan una merienda, los nietos nos reunimos alrededor de la mesa, en ella tampoco faltan, un otoño más las castañas, crujientes, calientes, con ese olor tan característico …
Esas tardes eternas de la infancia, en las que los juegos no aburrían y la imaginación no escaseaba, con un chándal cómodo, y en calcetines por la casa, corriendo de un lado para otro, imaginando, jugando, disfrutando de una manera que solo es posible hacerlo en la infancia, de una forma que solo podemos disfrutar con los hermanos.
Una tarde de invierno que recuerda al primer amor, en el que todo sucedía por primera vez, con la adolescencia a flor de piel, recorriendo empapados las calles de la ciudad, como si con buena compañía mojarse no importase.
Un abuelo mayor y sabio que cuenta historias que jamás olvidaré. También el recuerdo de las historias, más inolvidables y lejanas, de un bisabuelo que compartió con nosotros los últimos años de una vida empezada a principios del siglo pasado.
Como no recordar la fuerza del mar en un día como hoy, en el que las olas parecen seres embravecidos, los barcos están en la costa, los marineros en sus casas, todos confían en que pasará, no dudan en que después de días de tempestad vendrá la calma, no lo dudan aunque en el momento cueste creerlo.
Estas tardes lluviosas en los que uno recuerda más morriñosamente que nunca el hogar del que viene, la familia, los amigos que están en diferentes puntos de la península, en las que las penas parecen mayores, más recientes, están todos los sentimientos a flor de piel, como si la lluvia hiciese que flotasen.
En días como hoy, de lluvia y frío, queremos más que nunca, estar con aquellos que están lejos, o con los que, por alguna extraña o común razón, hemos dejado de estar tanto y echamos profundamente de menos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Has conocido a tu bisabuelo? Que suerte... en fin, a ver si pasa este tiempo pronto. Aunque hay cosas que me hacen gracia, pero en conjunto es un rollo.